sábado, 12 de enero de 2013

El Proceso Franz Kafka

Jose Luis Borges

La memoria de Shakespeare Hay devotos de Goethe, de las Eddas y del tardío cantar de los Nibelungos; Shakespeare ha sido mi destino. Lo es aún, pero de una manera que nadie pudo haber presentido, salvo un solo hombre, Daniel Thorpe, que acaba de morir en Pretoria. Hay otro cuya cara no he visto nunca. Soy Hermann Soergel. El curioso lector ha hojeado quizá mi Cronología de Shakespeare, que alguna vez creí necesaria para la buena inteligencia del texto y que fue traducida a varios idiomas, incluso el castellano. No es imposible que recuerde asimismo una prolongada polémica sobre cierta enmienda que Theobald intercaló en su edición crítica de 1734 y que desde esa fecha es parte indiscutida del canon. Hoy me sorprende el tono incivil de aquellas casi ajenas páginas. Hacia 1914 redacté, y no di a la imprenta, un estudio sobre las palabras compuestas que el helenista y dramaturgo George Chapman forjó para sus versiones homéricas y que retrotraen el inglés, sin que él pudiera sospecharlo, a su origen (Urprung) anglosajón. No pensé nunca que su voz, que he olvidado ahora, me sería familiar... Alguna separata firmada con iniciales completa, creo, mi biografía literaria. No sé si es lícito agregar una versión inédita de Macbeth, que emprendí para no seguir pensando en la muerte de mi hermano Otto Julius, que cayó en el frente occidental en 1917. No la concluí; comprendí que el inglés dispone, para su bien, de dos registros —el germánico y el latino— en tanto que nuestro alemán, pese a su mejor música, debe limitarse a uno solo. He nombrado ya a Daniel Thorpe. Me lo presentó el mayor Barclay, en cierto congreso shakespiriano. No diré el lugar, ni la fecha; sé harto bien que tales precisiones son, en realidad, vaguedades. Más importante que la cara de Daniel Thorpe, que mi ceguera parcial me ayuda a olvidar, era su notoria desdicha. Al cabo de los años, un hombre puede simular muchas cosas pero no la felicidad. De un modo casi físico, Daniel Thorpe exhalaba melancolía. Después de una larga sesión, la noche nos halló en una taberna cualquiera. Para sentirnos en Inglaterra (donde ya estábamos) apuramos en rituales jarros de peltre cerveza tibia y negra. —En el Punjab —dijo el mayor— me indicaron un pordiosero. Una tradición del Islam atribuye al rey Salomón una sortija que le permitía entender la lengua de los pájaros. Era fama que el pordiosero tenía en su poder la sortija. Su valor era tan inapreciable que no pudo nunca venderla y murió en uno de los patios de la mezquita de Wazil Khan, en Lahore. Pensé que Chaucer no desconocía la fábula del prodigioso anillo, pero decirlo hubiera sido estropear la anécdota de Barclay. —¿Y la sortija? —pregunté. —Se perdió, según la costumbre de los objetos mágicos. Quizás esté ahora en algún escondrijo de la mezquita o en la mano de un hombre que vive en un lugar donde faltan pájaros. —O donde hay tantos —dije— que lo que dicen se confunde. —Su historia, Barclay, tiene algo de parábola. Fue entonces cuando habló Daniel Thorpe. Lo hizo de un modo impersonal, sin mirarnos. Pronunciaba el inglés de un modo peculiar, que atribuí a una larga estadía en el Oriente. —No es una parábola —dijo—, y si lo es, es verdad. Hay cosas de valor tan inapreciable que no pueden venderse. Las palabras que trato de reconstruir me impresionaron menos que la convicción con que las dijo Daniel Thorpe. Pensamos que diría algo más, pero de golpe se calló, como arrepentido. Barclay se despidió. Los dos volvimos juntos al hotel. Era ya muy tarde, pero Daniel Thorpe me propuso que prosiguiéramos la charla en su habitación. Al cabo de algunas trivialidades, me dijo: —Le ofrezco la sortija del rey. Claro está que se trata de una metáfora, pero lo que esa metáfora cubre no es menos prodigioso que la sortija. Le ofrezco la memoria de Shakespeare desde los días más pueriles y antiguos hasta los del principio de abril de 1616. No acerté a pronunciar una palabra. Fue como si me ofrecieran el mar. Thorpe continuó: —No soy un impostor. No estoy loco. Le ruego que suspenda su juicio hasta haberme oído. El mayor le habrá dicho que soy, o era, médico militar. La historia cabe en pocas palabras. Empieza en el Oriente, en un hospital de sangre, en el alba. La precisa fecha no importa. Con su última voz, un soldado raso, Adam Clay, a quien habían alcanzado dos descargas de rifle, me ofreció, poco antes del fin, la preciosa memoria. La agonía y la fiebre son inventivas; acepté la oferta sin darle fe. Además, después de una acción de guerra, nada es muy raro. Apenas tuvo tiempo de explicarme las singulares condiciones del don. El poseedor tiene que ofrecerlo en voz alta y el otro que aceptarlo. El que lo da lo pierde para siempre. El nombre del soldado y la escena patética de la entrega me parecieron literarios, en el mal sentido de la palabra. Un poco intimidado, le pregunté: —¿Usted, ahora, tiene la memoria de Shakespeare? Thorpe contestó: —Tengo, aún, dos memorias. La mía personal y la de aquel Shakespeare que parcialmente soy. Mejor dicho, dos memorias me tienen. Hay una zona en que se confunden. Hay una cara de mujer que no sé a qué siglo atribuir. Yo le pregunté entonces: —¿Qué ha hecho usted con la memoria de Shakespeare? Hubo un silencio. Después dijo: —He escrito una biografía novelada que mereció el desdén de la crítica y algún éxito comercial en los Estados Unidos y en las colonias. Creo que es todo. Le he prevenido que mi don no es una sinecura. Sigo a la espera de su respuesta. Me quedé pensando. ¿No había consagrado yo mi vida, no menos incolora que extraña, a la busca de Shakespeare? ¿No era justo que al fin de la jornada diera con él? Dije, articulando bien cada palabra: —Acepto la memoria de Shakespeare. Algo, sin duda, aconteció, pero no lo sentí. Apenas un principio de fatiga, acaso imaginaria. Recuerdo claramente que Thorpe me dijo: —La memoria ya ha entrado en su conciencia, pero hay que descubrirla. Surgirá en los sueños, en la vigilia, al volver las hojas de un libro o al doblar una esquina. No se impaciente usted, no invente recuerdos. El azar puede favorecerlo o demorarlo, según su misterioso modo. A medida que yo vaya olvidando, usted recordará. No le prometo un plazo. Lo que quedaba de la noche lo dedicamos a discutir el carácter de Shylock. Me abstuve de indagar si Shakespeare había tenido trato personal con judíos. No quise que Thorpe imaginara que yo lo sometía a una prueba. Comprobé, no sé si con alivio o con inquietud, que sus opiniones eran tan académicas y tan convencionales como las mías. A pesar de la vigilia anterior, casi no dormí la noche siguiente. Descubrí, como otras tantas veces, que era un cobarde. Por el temor de ser defraudado, no me entregué a la generosa esperanza. Quise pensar que era ilusorio el presente de Thorpe. Irresistiblemente, la esperanza prevaleció. Shakespeare sería mío, como nadie lo fue de nadie, ni en el amor, ni en la amistad, ni siquiera en el odio. De algún modo yo sería Shakespeare. No escribiría las tragedias ni los intrincados sonetos, pero recordaría el instante en que me fueron reveladas las brujas, que también son las parcas, y aquel otro en que me fueron dadas las vastas líneas: And shake the yoke of inauspicious stars From this worldweary flesh. Recordaría a Anne Hathaway como recuerdo a aquella mujer, ya madura, que me enseñó el amor en un departamento de Lübeck, hace ya tantos años. (Traté de recordarla y sólo pude recobrar el empapelado, que era amarillo, y la claridad que venía de la ventana. Este primer fracaso hubiera debido anticiparme los otros.) Yo había postulado que las imágenes de la prodigiosa memoria serían, ante todo, visuales. Tal no fue el hecho. Días después, al afeitarme, pronuncié ante el espejo unas palabras que me extrañaron y que pertenecían, como un colega me indicó, al A, B, C, de Chaucer. Una tarde, al salir del Museo Británico, silbé una melodía muy simple que no había oído nunca. Ya habrá advertido el lector el rasgo común de esas primeras revelaciones de una memoria que era, pese al esplendor de algunas metáforas, harto más auditiva que visual. De Quincey afirma que el cerebro del hombre es un palimpsesto. Cada nueva escritura cubre la escritura anterior y es cubierta por la que sigue, pero la todopoderosa memoria puede exhumar cualquier impresión, por momentánea que haya sido, si le dan el estímulo suficiente. A juzgar por su testamento, no había un solo libro, ni siquiera la Biblia, en casa de Shakespeare, pero nadie ignora las obras que frecuentó. Chaucer, Gower, Spenser, Christopher Marlowe. La Crónica de Holinshed, el Montaigne de Florio, el Plutarco de North. Yo poseía de manera latente la memoria de Shakespeare; la lectura, es decir la relectura, de esos viejos volúmenes sería el estímulo que buscaba. Releí también los sonetos, que son su obra más inmediata. Di alguna vez con la explicación o con las muchas explicaciones. Los buenos versos imponen la lectura en voz alta; al cabo de unos días recobré sin esfuerzo las erres ásperas y las vocales abiertas del siglo dieciséis. Escribí en la Zeitschrift für germanische Philologie que el soneto 127 se refería a la memorable derrota de la Armada Invencible. No recordé que Samuel Butler, en 1899, ya había formulado esa tesis. Una visita a Stratford-on-Avon fue, previsiblemente, estéril. Después advino la transformación gradual de mis sueños. No me fueron deparadas, como a De Quincey, pesadillas espléndidas, ni piadosas visiones alegóricas, a la manera de su maestro, Jean Paul. Rostros y habitaciones desconocidas entraron en mis noches. El primer rostro que identifiqué fue el de Chapman; después, el de Ben Jonson y el de un vecino del poeta, que no figura en las biografías, pero que Shakespeare vería con frecuencia. Quien adquiere una enciclopedia no adquiere cada línea, cada párrafo, cada página y cada grabado; adquiere la mera posibilidad de conocer alguna de esas cosas. Si ello acontece con un ente concreto y relativamente sencillo, dado el orden alfabético de las partes, ¿qué no acontecerá con un ente abstracto y variable, ondoyant et divers, como la mágica memoria de un muerto? A nadie le está dado abarcar en un solo instante la plenitud de su pasado. Ni a Shakespeare, que yo sepa, ni a mí, que fui su parcial heredero, nos depararon ese don. La memoria del hombre no es una suma; es un desorden de posibilidades indefinidas. San Agustín, si no me engaño, habla de los palacios y cavernas de la memoria. La segunda metáfora es la más justa. En esas cavernas entré. Como la nuestra, la memoria de Shakespeare incluía zonas, grandes zonas de sombra rechazadas voluntariamente por él. No sin algún escándalo recordé que Ben Jonson le hacía recitar hexámetros latinos y griegos y que el oído, el incomparable oído de Shakespeare, solía equivocar una cantidad, entre la risotada de los colegas. Conocí estados de ventura y de sombra que trascienden la común experiencia humana. Sin que yo lo supiera, la larga y estudiosa soledad me había preparado para la dócil recepción del milagro. Al cabo de unos treinta días, la memoria del muerto me animaba. Durante una semana de curiosa felicidad, casi creí ser Shakespeare. La obra se renovó para mí. Sé que la luna, para Shakespeare, era menos la luna que Diana y menos Diana que esa obscura palabra que se demora: moon. Otro descubrimiento anoté. Las aparentes negligencias de Shakespeare, esas absence dans l'infini de que apologéticamente habla Hugo, fueron deliberadas. Shakespeare las toleró, o intercaló, para que su discurso, destinado a la escena, pareciera espontáneo y no demasiado pulido y artificial (nicht allzu glatt und gekünstelt). Esa misma razón lo movió a mezclar sus metáforas. my way of life Is fall'n into the sear, the yellow leaf Una mañana discerní una culpa en el fondo de su memoria. No traté de definirla; Shakespeare lo ha hecho para siempre. Básteme declarar que esa culpa nada tenía en común con la perversión. Comprendí que las tres facultades del alma humana, memoria, entendimiento y voluntad, no son una ficción escolástica. La memoria de Shakespeare no podía revelarme otra cosa que las circunstancias de Shakespeare. Es evidente que éstas no constituyen la singularidad del poeta; lo que importa es la obra que ejecutó con ese material deleznable. Ingenuamente, yo había premeditado, como Thorpe, una biografía. No tardé en descubrir que ese género literario requiere condiciones de escritor que ciertamente no son mías. No sé narrar. No sé narrar mi propia historia, que es harto más extraordinaria que la de Shakespeare. Además, ese libro sería inútil. El azar o el destino dieron a Shakespeare las triviales cosas terribles que todo hombre conoce; él supo transmutarlas en fábulas, en personajes mucho más vividos que el hombre gris que los soñó, en versos que no dejarán caer las generaciones, en música verbal. ¿A qué destejer esa red, a qué minar la torre, a qué reducir a las módicas proporciones de una biografía documental o de una novela realista el sonido y la furia de Macbeth? Goethe constituye, según se sabe, el culto oficial de Alemania; más íntimo es el culto de Shakespeare, que profesamos no sin nostalgia. (En Inglaterra, Shakespeare, que tan lejano está de los ingleses, constituye el culto oficial; el libro de Inglaterra es la Biblia.) En la primera etapa de la aventura sentí la dicha de ser Shakespeare; en la postrera, la opresión y el terror. Al principio las dos memorias no mezclaban sus aguas. Con el tiempo, el gran río de Shakespeare amenazó, y casi anegó, mi modesto caudal. Advertí con temor que estaba olvidando la lengua de mis padres. Ya que la identidad personal se basa en la memoria, temí por mi razón. Mis amigos venían a visitarme; me asombró que no percibieran que estaba en el infierno. Empecé a no entender las cotidianas cosas que me rodeaban (die alltägliche Umwelt). Cierta mañana me perdí entre grandes formas de hierro, de madera y de cristal. Me aturdieron silbatos y clamores. Tardé un instante, que pudo parecerme infinito, en reconocer las máquinas y los vagones de la estación de Bremen. A medida que transcurren los años, todo hombre está obligado a sobrellevar la creciente carga de su memoria. Dos me agobiaban, confundiéndose a veces: la mía y la del otro, incomunicable. Todas las cosas quieren perseverar en su ser, ha escrito Spinoza. La piedra quiere ser una piedra, el tigre un tigre, yo quería volver a ser Hermann Soergel. He olvidado la fecha en que decidí liberarme. Di con el método más fácil. En el teléfono marqué números al azar. Voces de niño o de mujer contestaban. Pensé que mi deber era respetarlas. Di al fin con una voz culta de hombre. Le dije: —¿Quieres la memoria de Shakespeare? Sé que lo que te ofrezco es muy grave. Piénsalo bien. Una voz incrédula replicó: —Afrontaré ese riesgo. Acepto la memoria de Shakespeare. Declaré las condiciones del don. Paradójicamente, sentía a la vez la nostalgia del libro que yo hubiera debido escribir y que me fue vedado escribir y el temor de que el huésped, el espectro, no me dejara nunca. Colgué el tubo y repetí como una esperanza estas resignadas palabras: Simply the thing I am shall make me live. Yo había imaginado disciplinas para despertar la antigua memoria; hube de buscar otras para borrarla. Una de tantas fue el estudio de la mitología de William Blake, discípulo rebelde de Swedenborg. Comprobé que era menos compleja que complicada. Ese y otros caminos fueron inútiles; todos me llevaban a Shakespeare. Di al fin con la única solución para poblar la espera: la estricta y vasta música: Bach. P.S. 1924 —Ya soy un hombre entre los hombres. En la vigilia soy el profesor emérito Hermann Soergel, que manejo un fichero y que redacto trivialidades eruditas, pero en el alba sé, alguna vez, que el que sueña es el otro. De tarde en tarde me sorprenden pequeñas y fugaces memorias que acaso son auténticas.

Kafka

En transcurso se halla siempre el instante decisivo de la evolución humana. Por eso no carecen de razón aquellos movimientos espirituales revolucionarios que denuncian como poco significativo todo lo anterior, ya que, en efecto, aún no ha ocurrido nada. A. es harto presumido: se considera muy aventajado en el bien, porque, siendo evidentemente un sujeto seductor, se siente expuesto a tentaciones cada vez más numerosas, nacidas de orígenes hasta ahora desconocidos para él 13. El deseo de la muerte es uno de los primeros indicios que empezamos a discernir. Esta vida nos parece intolerable, la otra inaccesible. Ya no se siente vergüenza de querer morir; se implora desde la vieja celda que se odia, ser trasladado a otra nueva, que tendremos todavía que aprender a odiar. Se da en esto también un poquitillo de fe, en que durante el traslado, el Señor aparezca por el pasillo, observe a la cara al prisionero y diga: "A este no debéis encerrarle más. Que venga a mí." 20. Los leopardos irrumpen en el templo y beben hasta la última gota de los cálices del sacrificio; esto acontece repetidamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la ceremonia del templo. 26. Los refugios son numerosos, la salvación es una sola, pero las probabilidades de salvación tornan a ser tantas como los refugios. Hay un sitio de partida pero ningún camino; aquello que llamamos camino no es más que nuestra incertidumbre. Realizar los preceptos negativos es aun una carga que se nos ha impuesto; acatar los positivos es ya una virtud. El autocontrol no me convence. Autocontrol quiere decir: resolver actuar en algún momento casual de los infinitos resplandores de mi existencia espiritual. Pero si es preciso que me estreche en un cerco así, prefiero hacerlo mansamente, reduciéndome a contemplar, con admiración, ese enorme conjunto de energías, y quedarme nada más que con la sensación de fuerza que, de contrario, otorga tal representación. Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos. Incuestionable es la cosa, pero no prueba nada contra el cielo, porque cielo significa precisamente la imposibilidad de los cuervos. 33. Los mártires no desdeñan el cuerpo, más bien permiten que se los eleve en la cruz. En esa cuestión coinciden con sus enemigos En un tiempo no podía comprender porque no recibía respuesta a mi pregunta, hoy no puedo comprender como pude estar engañado hasta el extremo de preguntar. Pero no es que me engañase, preguntaba solamente. Se les ofreció escoger entre ser reyes o mensajeros de los reyes. Como verdaderos niños, todos eligieron ser mensajeros, los que van al galope por el mundo, y como no hay rey alguno, se pregonan unos a otros sus mensajes, que ya carecen de sentido. Con alivio pondrían fin a su vida miserable, pero prefieren no hacerlo debido al juramento contraído. No existe más que el dominio espiritual; aquello que denominamos dominio de los sentidos no es más que el dominio del espíritu, y lo que calificamos de malo no es otra cosa que la necesidad de un breve instante en el curso de nuestra eterna evolución. Se puede desintegrar al mundo con una luz demasiado fuerte. Ante ojos delicados adquiere consistencia, ante ojos aun más delicados adquiere puños duros, se hace pudorosa ante ojos delicadísimos y deshace a quien se atreve a mirarla. Aquel que renuncia al mundo debe amar a todos los hombres, porque renuncia también al mundo de ellos. De tal modo que comienza a vislumbrar la verdadera naturaleza humana, que no se puede sino amar, a condición de poseer su misma dignidad. . La cuestión de que exista solamente el mundo del espíritu nos niega la esperanza pero nos da la certeza. Nuestro arte es un estar deslumbrado por la verdad: Sólo la luz proyectada sobre una mueca de espanto que retrocede es verdadera, nada más. En el mismo hombre hay conocimientos que, a pesar de su gran variedad, tienen no obstante el mismo objeto, de lo que es posible deducir que en un mismo hombre existen sujetos diversos. 75. En arreglo con la humanidad, examínate. Ella hace dudar al que es escéptico, hace creer al que es creyente. 76. Este sentimiento: "Aquí no echaré el ancla" ¡Es hallarte de pronto en medio de la corriente que, fluctuante, te arrastra! Un desorden. Cómo en acecho, tímida, esperanzada, la respuesta explora la pregunta, busca desesperada en su rostro inaccesible, la sigue por los senderos más absurdos, es decir más alejados de la respuesta misma. 80. Indivisible es la verdad. Por lo que no puede reconocerse por sí misma; para reconocerla hay que ser mentira. 85. En determinados puntos de transición el mal es una irradiación de la conciencia humana. Las apariencias no son exactamente el mundo sensible, sino el mal en él comprendido que, no obstante, a nuestros ojos, lo constituye por entero Casi todos tenemos la misma facultad de distinguir el bien y el mal a partir del pecado original en adelante; no obstante es exactamente en ello que basamos nuestra superioridad. Pero las verdaderas diferencias se inician más allá de este poder distinguir. Las apariencias opuestas se hallan compuestas por lo siguiente: que nadie debe complacerse sólo por el conocimiento sino que debe de obrar de acuerdo con éste. No obstante, la fuerza para cumplirlo no le ha sido dada, por eso cada uno debe destruirse a sí mismo, inclusive a riesgo de alcanzar aun así la fuerza necesaria, pero no le queda más que esta última tentativa. (Igualmente es este el sentido de la condena a muerte relacionada con la prohibición de comer del árbol de la ciencia; y es igualmente este, quizá, el sentido original de la muerte natural). El hombre tiene miedo de esta tentativa; prefiere más bien suprimir su propio conocimiento del bien y del mal; (la palabra "caída" referida al pecado original alude a tal miedo) pero lo acaecido no se puede borrar, se puede, cuando mucho, perturbar. Es con esta finalidad que nacen los justificativos. El mundo está repleto de ellos: mejor dicho, todo el mundo perceptible no es quizá más que un justificativo, un pretexto del hombre que quiere descansar un instante, una tentativa de falsear la realidad del conocimiento adquirido, de transformarla en meta todavía por alcanzar 92. La primera forma de idolatría fue con certeza el miedo ante las cosas, pero junto con esto, miedo ante la necesidad de las cosas y miedo ante la responsabilidad por las cosas. Tan enorme parecía esta responsabilidad que no se osaba cargar con ella a ningún Ente extrahumano, pues también mediante la intercesión de un solo Ente todavía no habría sido suficientemente aligerada la responsabilidad humana; el contacto con un sólo Ente estaría todavía muy comprometido de responsabilidad, por ello que se atribuyó a cada cosa la responsabilidad de sí misma; más aún, se atribuyó a esas cosas una cierta responsabilidad concerniente al hombre mismo. 94. Dos afanes para quien comienza la vida: restringe cada vez más tu ámbito y controla incesantemente que no te ocultes, por casualidad, en algún lugar más allá de tus límites. 106. La humildad otorga a todos, aun al solitario desesperado, un íntimo contacto con los demás hombres, y lo otorga de inmediato, a condición por supuesto de que la humildad sea total y consecuente. Nuestros contactos con el prójimo son los de la plegaria, nuestros contactos con nosotros mismos son los de la acción; de la plegaria adquirimos la energía necesaria para la acción. ¿Hay algo que puedas conocer que no sea ilusión? Si una ilusión se disipara no debes mirar o te convertirías en estatua de sal. 109. "No se nos puede acusar de falta de fe. Un valor de fe inagotable tiene el simple hecho de que vivimos." "¿Consistirá en eso la prueba de la fe? Pero no-vivir no se puede." "En ese no se puede está precisamente la fuerza demencial de la fe; es en esta negación que adquiere forma."

andreas faber kaiser

Andreas Faber-Kaiser (1944-1994), autor especializado en la investigación de aspectos de nuestra historia que los poderes establecidos intentan ocultar. PROPÓSITO La idea de publicar este libro —compendio de artículos de diferente temática— nace de la necesidad de conscienciar al lector de una certeza: que el Poder siempre ha escrito, siempre escribe y siempre escribirá la Historia a su absoluta conveniencia. Que el Poder, siempre le mostró, le muestra y le mostrará al individuo la imagen falseada —revestida de un baño de aparente idealidad para el individuo— de los acontecimientos, que conocidos en su auténtica dimensión y parcialidad de quien empuña las riendas de las órganos de decisión, sublevarían a cada individuo hasta tal punto, que ya no ansiaría otra meta más alta que la de sacudirse el yugo de la manipulación a la que le está sometiendo el Poder desde el día mismo en que se decidió su creación. Se daría cuenta cada individuo de que su auténtica liberación reside única y exclusivamente en él mismo, y que solamente alcanzada esta libertad esencial y la plena consciencia de su auténtica condición en todos y cada uno de los individuos que conforman a la especie humana, podrá hablarse de una Humanidad digna de ocupar el puesto que le corresponde en el conjunto del universo. GRAVE AVISO Este libro no es un compendio de reflexiones filosóficas. Bien al contrario, aporta una sucesión de hechos que apoyan la tesis de que el hombre está siendo utilizado para fines no siempre confesados, tanto por los poderes visibles; como por otros a los que solamente podemos intuir por deducción lógica de los efectos que sus manejos producen. Tampoco se trata de un libro catastrofista. Pero si avisa gravemente de que debemos conscienciarnos del absoluto valor, individual de cada uno de nosotros, si queremos aspirar a un futuro abierto en el que seamos nosotros mismos nuestros propios y únicos dueños. Porque ahora —y desde nuestro mismo origen— somos esclavos de mil poderes, que nadie se engañe. Nuestra libertad total solamente es alcanzable si previamente cada individuo alcanza su propia libertad mental. Harto dificil de alcanzar por otra parte, dado que la historia nos muestra que somos claramente vulnerables a la manipulación de nuestra mente. Y si los recursos de la mente humana están despertando como evidentemente lo están haciendo, los menos despiertos van a ser cada vez más manipulables por parte de quienes logren canalizar la energia a su antojo. Que puede ser para bien o para mal. Es, como todo, un arma de doble filo. Para no dejarse arrastrar por la corriente sólo queda un recurso. Afortunadamente, al alcance de todos y cada uno de nosotros: pensar. Uno puede estar limitado por el medio en el que se ve obligado a moverse, pero lo que uno no puede permitir jamás es que otros decidan por él. Es dejarse dominar de tal forma que su voluntad no sea propia, sino que sea el reflejo de la de otro. Cuidado, que estoy diciendo que a uno le pueden manipular muy sutilmente, mentalmente, sin que él se dé cuenta de esta manipulación. Por ello precisamente se impone la necesidad de que de vez en cuando al menos, uno se tome el tiempo necesario para pensar. Porque si se pone a recapacitar sí tendrá la oportunidad íntima de observar los efectos de su conducta y de juzgar entonces si es que está actuando en contra de su propia y libre voluntad. Hay que darse cuenta de que, al igual que un médico no nos curará si nosotros no queremos ser curados, tampoco nadie podrá jugar con nuestra voluntad si nosotros no queremos que nos manipulen. La única defensa en contra de esta manipulación es aplicar el raciocinio en vez de la comodidad. Es nadar contra la corriente si es preciso en vez de dejarse llevar cómodamente por la misma. Ninguna secta, ninguna religión, ningún grupo, ningún partido, ningún gobierno, ninguna nación, ningún equipo deportivo, ningún medio informativo, ningún líder, ningún mensaje del más allá debe ser nunca más importante que uno mismo. Porque ello supone indefectiblemente la pérdida de la libertad personal de cada uno. Sólo cuando hayan quedado desmontadas todas las religinoes, todos los grupos, todos los sistemas de gobierno, todos los sistemas de dominio, todas las formas de influencia, sólo entonces todos y cada uno de los individuos de la especie humana podrán considerarse intrínsecamente libres. Pero insisto en que el alcance de esta utopía sólo será factible cuando todos y cada uno de esos individuos apliquen la herramienta que para ello les ha dado la naturaleza (por decir alguna cosa) : la facultad de raciocinio, la facultad de pensar. IMAGINA, CREA Y NO TE PIERDAS No estoy hablando por llenar cuartillas. El problema no es una ficción para el futuro, el problema es un peligro real hoy. Y discúlpenme aquellos lectores que ya se saben la lección, pero no dejaré de insistir en ella mientras con ella quepa la posibilidad de despertar a alguien de su letargo. Hay que mostrarle a cada uno claramente la dimensión universal de sus propias posibilidades. Pero, ¡cuidado!, que la mente sirve tanto para crear como para anular. El hilo de Arianna es la energía de un imán que te conduce hacia el conocimiento, pero no olvides que es también el hilo con el que la a-raña teje su red para atrapar en ella a quien se aventura a volar. Cuidado con las trampas mentales, tendidas por, vampiros de la voluntad y de los sentimientos. Que esos los hubo, los hay y los habrá, y víctimas inconscientemente encantadas de serlo, también. Y estas son las que hay que rescatar. Porque la maravilla de la creación mental no va por ahí. LA FASCINACIÓN COMO TRAMPA MENTAL Cuidado que la imaginación puede crear una ilusión que deviene realidad absoluta para quienes la están viviendo. Aunque, de hecho, no exista. Un ejemplo la constituyen los individuos recuperados de áreas sectarias. Desconectadas de estas áreas, eran o son personas con voluntad propia probablemente. Pero dentro del área de fascinación generada por un personaje-lider suficientemente atractivo, uno, siquiátricamente sano, puede perder su propia voluntad y entregarse a una causa que a lo mejor esencialmente desconoce, pero que se le ha revestido de caramelo y uno pica pensando que está cumpliendo una gran cosa. Y en este estado de fascinación es capaz de hacer cualquier cosa, y estoy seguro de que alguno de mis lectores habrá experimentado alguna vez este estado de ánimo, que se agudiza cuando participa del juego el factor del magnetismo amoroso. Hay realidades subjetivas que para comprenderlas hay que vivirlas —o, mejor, haberlas vivido— pero que no por ello son menos eficaces y menos activas. EL JUGUETE DE LOS DIOSES Por otra parte, no debemos perder de vista que nuestro cerebro no deja de ser una compleja computadora biológica que recibe informaciones a través de los órganos sensoriales de nuestro cuerpo fisico, como también los recibe por vía paranormal, sin intervención de estas órganos sensoriales. A base de estas informaciones recibidas y debidamente codificadas, el cerebro elabora planes de actuación y envía las órdenes de reacción precisas para cada situación a los respectivos departamentos de nuestro organismo. Nuestra cerebro es, así, la computadora que actúa a modo de centro de control o puente de mando de nuestro cuerpo. Y éste se atiene a unas leyes y normas constantes en cuanto a su composición, estructuración, reacciones, posibilidades de acción y vulnerabilidad. Es un sistema complejo, sí, pero no perfecto, ni mucho menos. Tiene enormes posibilidades, pero, bien mirado, conforma al mismo tiempo un conjunto extraordinariamente limitado en nuestra comprensión actual del mismo. Concediendo márgenes de futurología lógicos a lo inexplorado y aún inexplicado, al misterio que aún late en la esencia de nuestro ser, pero recurriendo a esta misma lógica del futuro para extrapolar las evidencias tecnológicas y biológicas de que hoy disponemos, yo me atrevo a concluir que en esencia —en lo que a nuestro organismo fisico se refiere, y no entro en esta conclusión en disquisiciones sobre el alma, el espíritu a las energías que puedan invadir este organismo y tomar posesión de él— no somos otra cosa que perfeccionadisimos robots biológicos. Porque estamos irremisiblemente atados a la voluntad de quien quiera jugar con nosotros a su antojo. Somos, acaso, el gran juguete en manos de no sabemos qué niños-dioses. Porque sin llegan a esos poderes superiores, nosotros mismos ya somos capaces de jugar, con otras personas, con otros robots biológicas idénticos a nosotros mismos. Dejando aparte toda la manipulación paranormal y simplemente sugestiva, o sea la posibilidad de que nuestro cerebro sea influenciado y activado a distancia, convirtiéndonos en meros instrumentos al servicio inconsciente de otras voluntades, también en el plano de la manipulación fisica estamos comenzando a lograr avances que si en algunos casos son para bien de la humanidad, en otros son decididamente negativos y hasta abominables. Aplicando electrodos a determinados enclaves del celebro, se logra la anulación a la inversión absoluta de las reacciones del individuo. En palabras del destacado neurofisiólogo José Manuel Rodríguez Delgado, en el futuro podríamos llegar, a "gobernar, de manera inteligente y razonable la fuente de todas las actividades humanas". 0 sea que el hombre es una máquina gobernable. El iridólogo que mira el ojo del paciente para por ahi descubrir la enfermedad que alberga el cuerpo del mismo, no hace sino comprobar qué luces se han encendida en el panel de alarma (ojo). 0 sea que el cuerpo humano es una máquina provista de señalizaciones de alarma que permiten detectar desde el exterior la disyunción o anomalía surgida en su interior. El acupuntor que estimula la planta del pie del paciente para descubrir en qué punto de la misma siente dolor, no hace otra cosa sino repasar el estado de los fusibles albergados en esta caja (la planta del pie). 0 sea que la máquina humana está provista de una caja de fusibles que se funden (duelen) cuando se estropea el órgano a que corresponden. Detalles así hay muchos, pero no me voy a extender aquí en ellos. Aparte de que no todos han sido detectados y, como siempre, el futuro será fascinante. Piensen tan sólo en lo marionetas que somos, dependientes de los hilos que desde el cosmos manejan nuestra máquina ya desde nuestro nacimiento, desde nuestra concepción misma. Me refiere no a lo que dicen los astrólogos, la ciencia astrológica, sino a la compleja realidad de nuestra dependencia del conjunto del universo, dependencia de la que no hemos vislumbrado e interpretado más que una pequeña parte. También esto nos demuestra que somos robots de alguna forma programados. Y la programación la saben leer incluso en nuestras manos los quiroanalistas. Ahí está grabada, en dos placas (las manos), la programación individualizada para la correspondiente máquina humana. Algunos especialistas, habiéndose apercibido de la condición de mera máquina oxidable de nuestro cuerpo, se plantean ya la posibilidad de hibernar no los cuerpos, sino únicamente los cerebros de las personas cuyo cuerpo no puede curar hoy en día la ciencia médica. Es exactamente la operación de extraer la computadora (el cerebro) de la máquina averiada para incorporarla a una máquina nueva y que siga así rindiendo como antes. Esto supone acercarse a la inmortalidad. Incluso es posible fabricar duplicados de una persona por medio de la técnica del 'cloning'. Y si esto haremos o hacemos ya nosotros, ¿cómo no se podrían estar divirtiendo a sus anchas los niños cósmicos ? ¿Es que acaso no somos más que eso: los divertidos muñecos superautomáticos de quién sabe qué dulces criaturas de por ahí? Desde luego no lo sabemos, pero que esta posibilidad está ahí, ahí está. LA HUMANIDAD COBAYA Pero descendamos del plano cósmico al meramente humano. El drama del enigmático Síndrome Tóxico que en la primavera de 1981 mató a más de 650 españoles y afectó a más de 30.000 con secuelas de mayor, o menor, gravedad, demuestra lo fácil que puede resultar, el envenenar, a todo un sector de población de forma imperceptible, disimulada y —si se hace bien— impune, como en este caso. Creo oportuno —sin entrar en los detalles de los ensayos ya efectuados de guerra meteorológica y del terrorismo neutrónico— refrescar la memoria con la idea de que también pueden convertirnos, cuando se les antoje, en meros insectos. "¿No se podría difundir la peste entre los indios? Debemos aprovechar todos los medios a nuestro alcance para exterminar a esta repugnante raza." La bombilla de la peste como arma se le encendió al general Jeffrey Amherst en carta que envió en junio de 1763 al coronel Henry Bouquet, que se hallaba a la sazón asediado por los indios en su fuerte de Pitt, durante la sublevación de Pontiac. La luz de esta bombilla fue recibida en el fuerte como una orden de su superior por el mencionado coronel, quien se las apañó para colocar en terreno ocupado por los indios frazadas infectadas con bacilos de la peste. La epidemia subsiguiente diezmó a la población indígena. Aplicando esta fecha, los Estados Unidos llevan un bagaje de 230 años de ensayo y uso del arma biológica. Haciendo un poco de historia extremadamente resumida, los americanos recogieron finalizada la II Guerra Mundial las enseñanzas de los experimentos nipones con el arma bacteriológica. En julio de 1953 realizaron pruebas secretas sobre el valle del río Moncacy, en Maryland. Un avión de la Marina regó la zona con el producto químico NJZ2266, un sulfuro de zinc cadmío combinado con esporas licopodias, producto deshidratante derivado del cultivo de musgos. En setiembre del mismo año se efectuaron ensayos semejantes, bajo el nombre de código 'Sacacorchos' o 'Barreno', en el pueblo de Leesburg, en Virginia, a 48 km al norte de Washington. Simultáneamente, otras 21 pruebas 'Sacacorchos' a 'Barreno' fueron realizadas en Rosemont, Minnesota. También se realizaron ensayos de guerra bacteriológico y química en los sistemas de trenes subterráneos de New York, Saint Louis (Missouri), Minneapolis (Minnesota) y Winnipeg (Canadá). Corea y Vietnam conocieron también la aplicación del arma biológica. La guerra biológica —difusión permanente de agentes causantes de enfermedades— es apetecida porque es dificil comprobar en ella la participación del hombre. En la base de Camp Detrick, en Maryland, se efectúan estudios intensivos con bacterias resistentes a los antibióticos. Entre los insectos usados allí como transmisores de virus y bacterias figura un mosquito (aedes aegypti) transmisor de la fiebre amarilla y de la fiebre del dengue. 200 cubanos murieron en 1991 de esta última enfermedad, nunca antes registrada en Cuba. Los transmisores de la misma son bacilos invisibles, incoloros y carentes de olor, al igual que los de otras tres plagas que afectaron en 1981 a la caña de azúcar, en 1979 al tabaco y en 1971 y 1980 al ganado cubano. En territorio estadounidense hay almacenadas enormes cantidades de gas neuroplégico que provoca la muerte instantánea, así como de herbicidas y defoliantes análogos a los aplicados en el Extremo Oriente. Las reservas del gas supertóxico BZ podrían exterminar, por si solas a la humanidad entera. Otros depósitos de modernizadas armas químicas y bacteriológicas se instalaron ya hace años en Europa, enespecial cerca de Pirmasens, en Alemania. Malasia, Afganistán y El Salvador, por citar unos ejemplos, conocieron también la aplicación de las armas químicas. A partir de 1981 los Estados Unidos reduplicaron sus esfuerzos para lograr el perfeccionamiento y almacenamiento en Europa de las cargas químicas binarias, un gas neurotóxico de dos componentes que aisladamente son inofensivos, pero cuya combinación puede adoptar dos formas: la llamada GB, de acción inmediata, y la VX, de suspensión en la atmósfera. Ambas producen la muerte en el primer minuto. Después del encuentra entre Reagan y Gorbachov, que supuso un paso importante en los intentos de desarme nuclear, y durante el cual se habló también de la necesidad de reducción del armamento químico, los norteamericanos comenzaran a llenar el 16 de diciembre de 1987 en las instalaciones de Pine Bluff, en Arkansas, los primeros contenedores con el agente químico tóxico GB-2, a partir, del cual se forma una materia neurotóxica en el momento de su aplicación en combate. En Luisiana, otros contenedores han sido llenados con el segundo componente del agente GB-2. Y a principios de 1988 comenzó la fabricación de una bomba química binaria de aviación provista de componentes de un gas neuropléjico aún más tóxico, el VX-2. Conviene refrescar la memoria y no olvidar que mientras se estaba acusando a los comunistas de estar regando con lluvias químicas letales (lluvia amarilla) a la población enemiga en el Extremo Oriente, y mientras se acusaba a la Unión Soviética de difundir mycotoxinas u hongos venenosos en Afganistán, Camboya y Laos, al tiempo que activistas alemanes del grupo Rote Armee Fraktion (Fracción del Ejército Rojo) comenzaban a hacer ensayos con bacterias mortales en un refugio de Paris, para futuras aplicaciones de las mismas en acciones terroristas, los científicos al servicio de la Inteligencia norteamericana estaban trabajando intensamente en Fort Detrick y también en Dugway, al sudoeste de Salt Lake City, en Utath, en la evaluación y prueba de perfeccionadas armas bacteriológicas y químicas. Como conviene no perder de vista tampoco —para intentar comprender el posible origen de fenómenos como por ejemplo el de la pandemia del SIDA— lo que dejó escrito Bertrand Russell en su obra Impacto de la ciencia en la sociedad: «Actualmente la población mundial se está incrementando en unos 50.000 individuos por día. La guerra, hasta ahora, no ha tenido un gran efecto en este incremento, que ha ido continuando a través de cada una de las guerras mundiales (…) La guerra hasta ahora no ha sido efectiva en este aspecto (…) Pero tal vez la guerra bacteriológico llegará a ser efectiva. Si una Muerte Negra se extendiese por el planeta, una vez por cada generación, los supervivientes podrían procrear libremente, sin llenar en exceso el planeta.» Para valorar debidamente esta Reflexión, debe tenerse en cuenta que Bertrand Russell era un intelectual 'orgánico', que trabajaba para el Departamento de Guerra Psicológica del Foreign Office, para mayor gloria y provecho del Imperio Británico. NUEVAS ARMAS Cualquiera de los experimentos anteriormente expuestos queda ampliamente rebasado sin embargo con los ensayos del arma étnica. De acuerdo con la documentación a la que he tenido acceso, se está trabajando en la creación de una bioarma dirigida a afectar a las personas de color, al tiempo que quedan indemnes los blancos. Y ya en este contexto, y para que el lector pueda hacerse una idea de lo variopintos que pueden llegar a ser los recusos aplicables a un enfrentamiento, me haré eco de las palábras pronunciadas por el científico norteamericano de origen yugoslavo Andrija Puharich, durante el congreso internacional sobre el desarrollo del hombre celebrado en 1985 en San José de Costa Rica, y que tuve la satisfacción de poder inaugurar. Dijo allí Puharich que estábamos siendo sometidos en nuestros días a una guerra de campos de ondas de baja frecuencia, contra la cual podía el organismo humano desarrollar una protección aplicando la suficiente dosis de voluntad. Esto fue un flash resumido del panorama americano, pero de ingenuo peca aquél que opine que el bloque hasta hace poco contrario se andaba a la zaga. Mientras tanto alguien, en la trastienda del planeta, sigue frotándose las manos. ¿Hasta cuándo? Hasta que el ciudadano despierte de su conformismo, hasta que la gente abra los ojos y sus mentes, se ponga a pensar, y deje de formar parte de este gran rebaño de siervos que encima van y le sonrien con placidez al tipo que los está pisando. En todos los campos y a todos los niveles de la vida. COBAYAS DE UN DESTINO PLANIFICADO Tal se desprende una vez más de una correspondencia que se conserva en la biblioteca del Museo Británico en Londres: se trata de la correspondencia mantenida en el siglo pasado entre Albert Pike y Giuseppe Mazzini, dos cualificados miembros de la cúlpula masónica y satánica de los Iluminados. En esta correspondencia se diseñaron las tres grandes guerras mundiales. Así, en carta dirigida a Mazzini con fecha del 15 de agosto de 1871 —hace más de un siglo— Pike le comunica que la Primera Guerra Mundial se debía generar para permitir a los Iluminados derrocar el poder de los zares en Rusia, y transformar este país en la fortaleza del comunismo ateo. Las divergencias provocadas por los agentes de los Iluminados entre los imperios británico y alemán —y también la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo— se debían aprovechar para fomentar esta guerra. Una vez concluída, se debía edificar el comunismo y utilizarlo para destruir otros gobiernos y debilitar a las religiones. La Segunda Guerra Mundial debía fomentarse aprovechándose de las diferencias entre fascistas y sionistas políticos. La lucha debía iniciarse para destruir el nazismo e incrementar el sionismo político, con tal de permitir el establecimiento del Estado soberano de Israel en Palestina. Durante la Segunda Guerra Mundial se debía edificar una Internacional comunista lo suficientemente robusta como para equipararse a todo el conjunto cristiano. En este punto se la debía de contener y mantener para el día en que se la necesitase para el cataclismo social final. El objetivo de estas dos guerras —diseñadas en el siglo pasado— se ha conseguido. Queda por ver la Tercera Guerra Mundial. La Tecera Guerra Mundial se debía de fomentar aprovechándose de las diferencias promovidas por los agentes de los Iluminados entre el sionismo político y los dirigentes del mundo musulmán. La guerra debe de orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente, mientras que otras naciones se verán obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse físicamente, mentalmente, espiritualmente y económicamente. Albert Pike le escribió a Giuseppe Mazzini el 15 de agosto de 1871 que, al final de la Tercera Guerra Mundial, quienes pretenden la completa dominación mundial provocarán el mayor cataclismo social jamás conocido en el mundo. CUANDO SE APAGUEN LAS LUCES DE NEW YORK Desandemos este sendero. La Comisión Trilateral es el Consejo Especial del Council of Foreign Relations, y responde por igual del poder del ocultismo, del poder de la brujería y del poder del supuesto mal, y éstos responden a su vez de las drogas, de la música rock y de la política. El sector político se conoce internacionalmente por los Iluminados, que son altos grados de la masonería. En América se les denomina ‘Noriah´. La brujería comprende la magia negra y la blanca. A esta última se suma un determinado número de grupos masónicos. Hay escasamente unas cien organizaciones que pertenecen al mundo de la masonería. Se explica así el que Karl Marx escribiera sus obras londinenses por encargo de Nathan Rothschild (el 'escudo' o 'protector de los rojos). Los cheques con los que le pagó pueden verse en el Museo Británico. Marx participó en la fundación de la Primera Internacional en 1864. Se derrumbó porque los anarquistas querían anarquía, y la querían de inmediato. La Segunda y la Tercera Internacional —que en sus transformaciones dieron lugar por un lado a la Internacional Socialista y por el otro al Komintern y al Kominform—, no son otra cosa que la confirmación de los Iluminados, que hicieron con la Revolución Francesa y con Napoleón el primer intento de gobierno mundial. Quien hable de casualidades, es que no ha entendido todavía el juego que se llevan con todos nosotros. La idea del judío alemán Adam Weishaupt, que fundó la cúpula de los Iluminados el 1 de mayo de 1776, era el camino a través de la anarquía.El que su fundación tuviese lugar, el día siguiente de la noche de Walpurgis, y la hecho de que este día fuera consagrado mundialmente festivo —el 'Día del Trabajo'— aclara todavía más la estrecha relación que existe. El hecho que además el sello de los Iluminados aparezca con la fecha de 1776 en el dólar americano, asombra a aquéllos que no saben que Washington fue tan masón como su rival Jefferson. Si hablamos del poder efectivo, debemos mencionar a los Rockefeller y —más importantes aún— a los Rothschild. En sucesión ascendente siguen los Bilderberger, un club formado por los 500 hombres y organizaciones más ricas e influyentes del mundo. Como organización de primera línea nos encontramos por ejemplo al Vaticano. Más arriba está el 'Consejo de los 33', los 33 más altos masones iniciados del mundo. Por encima de ellos, el 'Gran Consejo de los 13', 13 Grandes Druidas, por encima de los cuales aún actúa 'El Tribunal' y, finalmente, el inmencionable nombre de grado 72 de los cabalistas, que —dicho sea de paso— también significa 'Iluminado'. Para los Iluminados Lucifer es Dios, y Jesús es el imitador. De la misma forma que para los cristianos Satanás es el imitador de Jesús. El 1 de agosto de 1972, después del aquelarre, es decir el ‘sábado de las brujas', Philip von Rothschild anunció ante el 'Consejo de los 13' en el Casino Building de San Antonio, la planificación de la historia a partir de 1980. Las indicaciones son muy concretas. "Cuando veáis apagarse las luces de New York, sabréis que nuestro objetivo se ha conseguido." Hay que saber interpretar la frase. Elija cada cual, si es que tiene opción a ello, si es éste u otro su propio objetivo. LA TRAMPA MENTAL He mencionado la planificación de las guerras mundiales y anteriormente he aportado botones de muestra de diferentes formas de entender un nuevo tipo de armamento. Y enlazo necesariamente ahora con mi advertencia inicial de este 'Propósito' que introduce el libro que tienes en tus manos. Con los efectos de un tremendo 'boomerang', los esfuerzos de todos cuantos nos dedicamos a las ciencias de la mente se pueden trocar —en contra de nuestros ideales— en la más sutil e incontrolable trampa para la especie humana. Hemos puesto en manos de militares, servicios de inteligencia y políticos las posibilidades insospechadas que ofrece nuestra herramienta más preciada: la mente humana. Militares, servicios de inteligencia y políticos no investigan con la finalidad de una elevación de valores de la especie humana encaminada a la total integración cósmica: militares, servicios de inteligencia y políticos investigan con la finalidad de una aplicación militar, policial y política de los resultados de sus investigaciones. Y, desgraciadamente, ellos tienen posibilidades de investigación aplicada inmensamente mayores que las de cualquier civil. Y si no, ahí van unas botones de muestra de los resultados a que puede conducir su peculiar encauzamiento de las paranormalidades. Junto a la guerra psicológica cabe contar desde hace ya años con la guerra parapsicalógica a psicotrónica, bajo la denominación global de 'guerra psi' a 'psy-war' como ya la vienen llamando desde hace tiempo americanos y británicos. Y si bien rusos y americanos, debido a sus recursos, son evidentemente los líderes en la carrera de esta nueva arma que relega a segundo plano los efectos de otras más habituales, no son sin embargo los únicos. En efecto, el ejército israelí consideró ya la posibilidad de inutilizar el sistema de guía de las missiles soviéticos utilizados por los países árabes valiéndose de la psicokinesia, y recurrió ya por ejemplo al concurso de destacados síquicos para apoyar la fulgurante operación de rescate del avión israelí retenido años atrás en el aeropuerto ugandés de Entebbe. El ejército alemán cuenta con tres mil hombres que recibieron un intenso entrenamiento 'psi'. El ejército británico está aplicando estos poderes en Irlanda. Y especialistas del cuerpo expedicionario cubano ensayaron en su día nuevas técnicas parapsicalógicas en Angola. Por otra parte, las posibilidades que ofrece el amplio espectro parapsicológico están siendo ensayadas y aplicadas ya por servicios de inteligencia de distintos países. Hay quien no vacilaba en afirmar, incluso, que los recursos de la parapsicología habían sido empleados para 'suicidar' a distancia y simultáneamente a los componentes del grupo RAF Baader-Meinhof en la prisión de Stuttgatt/Stammheim. TÚ ERES TU LIBERTAD No queda otra alternativa que la de pensar una vez más en la libertad. ¿Es libre el ser hunmano, o no lo es ? Si no Lo es, esa debe ser la meta de la lucha de esta vida: alcanzar en algún momento la libertad absoluta. Aunque tal vez eso no se consiga nunca porque sea irrealizable. De hecho, nada en este universo es intrínsecamente libre. Nadie nos ha preguntado —ni a nosotros, ni a los árboles, ni a los animales, ni a las piedras, ni a los astros, ni a los átomos, ni a la energía, ni al universo mismo— dónde, cuándo, cómo ni en qué forma queremos nacer, queremos vivir, queremos desarrollarnos. "Caminante, no hay camino; se hace camino al andar." Sí, esto parece ser cierto. Pero nos marcan de entrada la parcela de terreno en la que nos dejan andar. Y aparte de que no la hemos podido elegir nosotros —y si nos gusta fabuloso y si no, ahí nos las compongamos—, cualquiera que sea esa parcela está plagada de infinidad de elementos y circunstancias —visibles y por lo tano evitables unas y ocultas y por consiguiente prácticamente inevitables otras— que irán condicionando nuestros pasos en ese camino que hacemos al andar en nuestra engañosa libertad. La lucha debe concentrarse por ende en aproximarnos lo máximo que nos dejen a la libertad ideal. A zafarnos de la mayor cantidad posible de trampas y de cadenas que la vida nos tiende. Las visibles son las que pueden limitar nuestra libertad física. Son menos graves. Porque en cualquier circunstancia en que nos hallemos, libres o presos, sanos o enfermos, móviles o paralizados, videntes o ciegos, siempre podemos conservar nuestra libertad mental, nuestra intimidad energética que nos pone en contacto inmediato con cualquier punto del universo, por llamarle de alguna forma. Las trampas y cadenas invisibles son las que realmente matan nuestra libertad intima, esencial. Las cadenas y trampas que quieren adueñarse de nuestra mente y nuestra voluntad. Las formas, los conductos y las plasmaciones de estas cadenas y de estas trampas son numerosas y sutiles. Grave es reconocer que a medida que avanzamos en el conocimiento de las posibilidades de nuestra mente, se van abriendo paralelamente posibilidades de anulación de nuestra voluntad. Quiero ir más lejos aún y advertir de algo más grave: que nadie deje que jueguen con su mente, ni desde aquí, ni desde fuera. Han estado jugando con nosotros durante siglos, durante milenios, pero cuidado, que estamos empezando a sospechar que se ríen de nosotros. Que nadie es dueño de nadie. Que nadie debe ser esclavo de ningún señor, sea este señor un congénere humano o pertenezca a otro plano. Por esa meta vale la pena luchar con todas nuestras fuerzas, porque si perdemos esa batalla perderemos con ella la única libertad que nos queda. Que cada cual sea duera —única, pero totalmente— de su mente. Porque la libertad mental es la que más nos permite aproximarnos al ideal de libertad. NO ES ASÍ De aquí nace la idea de este libro. De la conveniencia de aportar al lector elementos variados que, en distintas áreas de nuestra historia, pueden tener una lectura bien diferente de la que el Poder nos ha propuesto e impuesto. Sirvan estos pocos ejemplos de aliciente para que, después de leidas, el lector piense con espíritu critico y extrapole esta forma de ver las cosas a otras áreas de su propio interés. Se trata de 15 artículos que dan que pensar. Presentan manipulaciones que ya vengo denunciando desde hace holgados 20 años en doce libros editados, en 77 números publicados de la revista 'Mundo Desconocido', en decenas y decenas de programas radiofónicos, en muchísimas entrevistas en radio, prensa y TV, en conferencias y artículos. Sigo insistiendo aquí en la necesidad de aportar documentación que incite a la duda, al raciocinio y por ende a las conclusiones propias de cada lector. Estos quince artículos resumen en cierto modo más de 30 años de estudios, de investigación, de búsqueda y de reflexión. Resultado: las cosas no son nos dicen. Queda mucho por descubrir no ya en la inmensidad del universo, sino en este planeta y dentro de nosotros mismos. La necesidad de volver, a publicar —recogidos en un volumen— estos artículos, nace del hecho de que algunos de ellos han sido publicados originalmente de forma incompleta e incluso en alguna medida distorsionada. Pues si bien aparentemente la censura ha desaparecido a nivel oficial, se sigue practicando a nivel de grupos de presión y de medios de comunicación. El mismo medio que te publica es el que en muchas ocasiones ejerce una autocensura. Tal y como aparecen en este volumen, los artículos originales no han sido recortados ni se han cambiado conceptos ni expresiones de su redacción original. Valga tener en cuenta, para su lectura, que algunas datos que aparecerían como anacránicos si el artículo se escribiese hoy en día, figuran —precisamente por respetar el original— tal y como fueron escritos en su momento, que puede remontarse hasta a 20 años atrás. Piensa que es importante, para comprender la trayectoria de la obra de un autor y de la labor de un investigador, saber cuándo dijo determinadas cosas públicamente por vez primera. Andreas FABER-KAISER, 1992. LIBROS ¿Sacerdotes o cosmonautas? (1971) Cosmos-Cronología general de la Astronáutica (1972) Los Grandes Enigmas del Cielo y de la Tierra (1973) Jesús Vivió y Murió en Cachemira (1976) OVNIs: el archivo de la CIA - Documentación y memorandos (1980) OVNIs: el archivo de la CIA - Informes de avistamientos (1980) OVNIs: archivos americanos - Documentos militares y de inteligencia (pendiente publicación) La caverna de los tesoros (1984) [traducción] Las nubes del engaño [Crónica extrahumana antigua] (1984) Fuera de control [Crónica extrahumana moderna] (1984) Sobre el secreto [La isla mágica de Pohnpei y el secreto de Nan Matol] (1985) Pacto de silencio (1988) El muñeco humano (1989) El libro de Enoch [prólogo] © Sergi Faber i Castellanos 1998-2011