sábado, 12 de enero de 2013
Kafka
En transcurso se halla siempre el instante decisivo de la evolución
humana. Por eso no carecen de razón aquellos movimientos espirituales
revolucionarios que denuncian como poco significativo todo lo anterior,
ya que, en efecto, aún no ha ocurrido nada.
A. es harto presumido: se considera muy aventajado en el bien,
porque, siendo evidentemente un sujeto seductor, se siente expuesto a
tentaciones cada vez más numerosas, nacidas de orígenes hasta ahora
desconocidos para él
13. El deseo de la muerte es uno de los primeros indicios que
empezamos a discernir. Esta vida nos parece intolerable, la otra
inaccesible. Ya no se siente vergüenza de querer morir; se implora
desde la vieja celda que se odia, ser trasladado a otra nueva, que
tendremos todavía que aprender a odiar. Se da en esto también un
poquitillo de fe, en que durante el traslado, el Señor aparezca por el
pasillo, observe a la cara al prisionero y diga: "A este no debéis
encerrarle más. Que venga a mí."
20. Los leopardos irrumpen en el templo y beben hasta la última gota
de los cálices del sacrificio; esto acontece repetidamente; al cabo se
prevé que acontecerá y se incorpora a la ceremonia del templo.
26. Los refugios son numerosos, la salvación es una sola, pero las
probabilidades de salvación tornan a ser tantas como los refugios.
Hay un sitio de partida pero ningún camino; aquello que llamamos
camino no es más que nuestra incertidumbre.
Realizar los preceptos negativos es aun una carga que se nos ha
impuesto; acatar los positivos es ya una virtud.
El autocontrol no me convence. Autocontrol quiere decir: resolver
actuar en algún momento casual de los infinitos resplandores de mi
existencia espiritual. Pero si es preciso que me estreche en un cerco
así, prefiero hacerlo mansamente, reduciéndome a contemplar, con
admiración, ese enorme conjunto de energías, y quedarme nada más
que con la sensación de fuerza que, de contrario, otorga tal
representación.
Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos.
Incuestionable es la cosa, pero no prueba nada contra el cielo, porque
cielo significa precisamente la imposibilidad de los cuervos.
33. Los mártires no desdeñan el cuerpo, más bien permiten que se los
eleve en la cruz. En esa cuestión coinciden con sus enemigos
En un tiempo no podía comprender porque no recibía respuesta a
mi pregunta, hoy no puedo comprender como pude estar engañado
hasta el extremo de preguntar. Pero no es que me engañase,
preguntaba solamente.
Se les ofreció escoger entre ser reyes o mensajeros de los reyes.
Como verdaderos niños, todos eligieron ser mensajeros, los que van al
galope por el mundo, y como no hay rey alguno, se pregonan unos a
otros sus mensajes, que ya carecen de sentido. Con alivio pondrían fin
a su vida miserable, pero prefieren no hacerlo debido al juramento
contraído.
No existe más que el dominio espiritual; aquello que denominamos
dominio de los sentidos no es más que el dominio del espíritu, y lo que
calificamos de malo no es otra cosa que la necesidad de un breve
instante en el curso de nuestra eterna evolución.
Se puede desintegrar al mundo con una luz demasiado fuerte. Ante ojos
delicados adquiere consistencia, ante ojos aun más delicados adquiere
puños duros, se hace pudorosa ante ojos delicadísimos y deshace a
quien se atreve a mirarla.
Aquel que renuncia al mundo debe amar a todos los hombres,
porque renuncia también al mundo de ellos. De tal modo que comienza
a vislumbrar la verdadera naturaleza humana, que no se puede sino
amar, a condición de poseer su misma dignidad.
. La cuestión de que exista solamente el mundo del espíritu nos
niega la esperanza pero nos da la certeza.
Nuestro arte es un estar deslumbrado por la verdad: Sólo la luz
proyectada sobre una mueca de espanto que retrocede es verdadera,
nada más.
En el mismo hombre hay conocimientos que, a pesar de su gran
variedad, tienen no obstante el mismo objeto, de lo que es posible
deducir que en un mismo hombre existen sujetos diversos.
75. En arreglo con la humanidad, examínate. Ella hace dudar al que es
escéptico, hace creer al que es creyente.
76. Este sentimiento: "Aquí no echaré el ancla" ¡Es hallarte de pronto
en medio de la corriente que, fluctuante, te arrastra!
Un desorden. Cómo en acecho, tímida, esperanzada, la respuesta
explora la pregunta, busca desesperada en su rostro inaccesible, la
sigue por los senderos más absurdos, es decir más alejados de la
respuesta misma.
80. Indivisible es la verdad. Por lo que no puede reconocerse por sí
misma; para reconocerla hay que ser mentira.
85. En determinados puntos de transición el mal es una irradiación de
la conciencia humana. Las apariencias no son exactamente el mundo
sensible, sino el mal en él comprendido que, no obstante, a nuestros
ojos, lo constituye por entero
Casi todos tenemos la misma facultad de distinguir el bien y el mal
a partir del pecado original en adelante; no obstante es exactamente en
ello que basamos nuestra superioridad. Pero las verdaderas diferencias
se inician más allá de este poder distinguir. Las apariencias opuestas se
hallan compuestas por lo siguiente: que nadie debe complacerse sólo
por el conocimiento sino que debe de obrar de acuerdo con éste. No
obstante, la fuerza para cumplirlo no le ha sido dada, por eso cada uno
debe destruirse a sí mismo, inclusive a riesgo de alcanzar aun así la
fuerza necesaria, pero no le queda más que esta última tentativa.
(Igualmente es este el sentido de la condena a muerte relacionada con
la prohibición de comer del árbol de la ciencia; y es igualmente este,
quizá, el sentido original de la muerte natural). El hombre tiene miedo
de esta tentativa; prefiere más bien suprimir su propio conocimiento del
bien y del mal; (la palabra "caída" referida al pecado original alude a tal
miedo) pero lo acaecido no se puede borrar, se puede, cuando mucho,
perturbar. Es con esta finalidad que nacen los justificativos. El mundo
está repleto de ellos: mejor dicho, todo el mundo perceptible no es
quizá más que un justificativo, un pretexto del hombre que quiere
descansar un instante, una tentativa de falsear la realidad del
conocimiento adquirido, de transformarla en meta todavía por alcanzar
92. La primera forma de idolatría fue con certeza el miedo ante las
cosas, pero junto con esto, miedo ante la necesidad de las cosas y
miedo ante la responsabilidad por las cosas. Tan enorme parecía esta
responsabilidad que no se osaba cargar con ella a ningún Ente
extrahumano, pues también mediante la intercesión de un solo Ente
todavía no habría sido suficientemente aligerada la responsabilidad
humana; el contacto con un sólo Ente estaría todavía muy
comprometido de responsabilidad, por ello que se atribuyó a cada cosa
la responsabilidad de sí misma; más aún, se atribuyó a esas cosas una
cierta responsabilidad concerniente al hombre mismo.
94. Dos afanes para quien comienza la vida: restringe cada vez más tu
ámbito y controla incesantemente que no te ocultes, por casualidad, en
algún lugar más allá de tus límites.
106. La humildad otorga a todos, aun al solitario desesperado, un
íntimo contacto con los demás hombres, y lo otorga de inmediato, a
condición por supuesto de que la humildad sea total y consecuente.
Nuestros contactos con el prójimo son los de la plegaria, nuestros
contactos con nosotros mismos son los de la acción; de la plegaria
adquirimos la energía necesaria para la acción.
¿Hay algo que puedas conocer que no sea ilusión? Si una ilusión se
disipara no debes mirar o te convertirías en estatua de sal.
109. "No se nos puede acusar de falta de fe. Un valor de fe inagotable
tiene el simple hecho de que vivimos." "¿Consistirá en eso la prueba de
la fe? Pero no-vivir no se puede." "En ese no se puede está
precisamente la fuerza demencial de la fe; es en esta negación que
adquiere forma."
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